Tradiciones
y fiestas
Polonia es
una nación a la que le gusta festejar, apegada a las tradiciones, y que
mantiene viejas costumbres. Las costumbres más viejas, especialmente las
relacionadas con las épocas paganas, ya hace mucho tiempo que perdieron su
carácter mágico, siendo ahora una reliquia del pasado y un elemento de
diversión. La relación con la tradición se siente fuertemente en el momento en
que se realizan las fiestas religiosas, tales como la Navidad, la Pascua, el
Corpus Cristi, durante el que se realizan procesiones muy vistosas, o el día de
Todos los Santos. También gozan de mucha popularidad las peregrinaciones a los
lugares rodeados de cultos religiosos: para los católicos es, por ejemplo, al
convento de Czestochowa en Jasna Gora, para los judíos la tumba de cadyk en
Lezajsk y para los ortodoxos Grabarka.
En el
calendario de fiestas nacionales, los lugares más importantes lo ocupan el
aniversario de la reconquista de la independencia de Polonia en 1918, que se
celebra el 11 de noviembre, así como el aniversario de la primera constitución
polaca aprobada en 1791, que se realiza el 3 de mayo. Estos días son festivos
por ley y no se trabaja. Por eso se organizan actos, desfiles, conciertos y
fiestas.
En Polonia
también se celebran otras simpáticas fiestas con un carácter un tanto distinto.
Entre ellas se encuentran el Día de la Mujer (el 8 de marzo; en la actualidad
es menos popular que en la época de la República Popular Polaca), el Día de la
Madre (el 26 de mayo), el Día de la Abuela (el 21 de enero) o el Día del Niño (el
1 de junio), al que acompañan fiestas para los más pequeños.
Los polacos
celebran el día de su santo y también el día de su cumpleaños. En general, esto
está relacionado con el recibimiento de deseos y regalos de los más cercanos y
con la organización de grandes o pequeñas recepciones.
Entre las
fiestas favoritas se encuentra la de San Andrés, la última fiesta antes del
Adviento, en la que se adivinan diferentes cosas para el año entrante. Lo más
popular es adivinar el destino de las formas que salen de la cera caliente
metida en agua fría.
Cocina de
Polonia
En la
actualidad, en la cocina polaca hay elementos de las tradiciones culinarias de
los pueblos que vivieron durante siglos cerca unos de los otros, formando una
cultura multinacional, es decir, judíos, ucranianos, bielorrusos y lituanos.
También se ven las influencias rusas, alemanas, checas, austriacas, así como
las influencias de la lejana Italia, Francia e inclusive de Oriente Medio.
La
especialidad polaca son los embutidos, especialmente, se valoran los chorizos
en todo el mundo, gracias a la aplicación de recetas tradicionales y viejos
métodos para ahumar con humo de enebro o con leña de árboles frutales
aromáticos. Vale la pena probar un chorizo adosado con frutos de enebro o con
ajo. También gozan de popularidad los jamones con un sabor delicado, los
filetes de solomillo y el tocino. Es importante mencionar los deliciosos patés
de diferentes tipos de carne, por ejemplo, de carne de caza.
Otra
especialidad polaca es el pan. El pan negro o el pan de centeno, además de
tener un sabor excelente, son la base, de la cada vez más popular en el mundo,
comida sana.
El plato
obligatorio en la comida es la sopa. La sopa de remolacha, que se sirve con
ravioles (hechos de una masa de setas o de judías), pertenece a una de las
tradiciones culinarias que desde siglos se come gustosamente. También es
sabrosa una sopa de harina con sabor agrio llamada "zurek", que se
hace con setas y se sirve con patatas, embutidos cortados en trozos y huevo
duro. Un plato muy valorado es una sopa de setas del bosque con crema, que se
sirve con bolitas de pasta. Otras sopas populares son: la sopa de col, la sopa
de cebada, la sopa de patatas y la sopa de tomates. Una atención especial
merece el caldo de pollo o de carne vacuna, servido con macarrones y abundantes
verduras.
Las carnes
se hacen de diferentes maneras: al horno, cocidas, fritas o a la parrilla. Se
sirve caliente (con deliciosas salsas) y fría, con guarniciones de mostaza,
rábano picante, setas adobadas y pepinos agrios.
Una comida
clásica es la chuleta de lomo de cerdo empanada, con patatas (papas) y col
(repollo). El lomo de cerdo al horno es exquisito o el codillo de jamón cocido,
así como la morcilla, que en alguna época perteneció a la comida del campo,
mientras que ahora, está en las cartas de los mejores restaurantes. Algo
parecido sucede con la manteca de cerdo (hecha de grasa de cerdo, derretida con
torreznos, trozos de carne, embutidos, cebolla y ajo, condimentada con sal,
pimienta y frecuentemente, con hierbas aromáticas).
HISTORIAS
POLACAS
EL PADRE DE
POLONIA
Desde que
tuvo uso de razón, José Pilsudcki, hijo de familia hidalga, no hizo otra cosa
que pelear por la libertad de Polonia, tradicionalmente oprimida por la doble
tenaza ruso-prusiana. Conoció la cárcel, el destierro, el manicomio... hasta
que un día, el 20 de febrero de 1 91 9, a favor del armisticio, fue
clamorosamente exaltado a la presidencia interina de la nueva República polaca.
EL PADRE DE
POLONIA
Pilsudcki no
era militar de oficio, pero, por vocación, conocía al dedillo el arte de la
guerra. Sirvió en este campo con toda eficacia los intereses de su patria y
después, por un tiempo, se retiró de la vida política para dar paso al libre
juego democrático. Las cosas, sin embargo, no fueron bien por aquel camino;
pronto el parlamentarismo se reveló inoperante para la marcha del país. En
vista dlo cual, en 1926 se valió de un golpe de Estado para volver a asumir el
mando supremo del Ejército, bajo la presidencia ahora de un hombre nuevo,
Moscicki.
— Decididamente
—comentaría, con sorna un diputado desafecto a la nueva situación — , Polonia
tiene mala suerte. Su primer presidente fue asesinado como un perro, al segundo
le echaron como a un perro y el actual obedece a Pilsudcki como un perro.
Cuando
Pilsudcki supo de aquella rabotada, comentó flemático:
— Déjenle
ustedes que siga ladrando como un perro.
Era así:
despreciaba olímpicamente los ataques personales. Sólo le preocupaba servir
honesta y rectamente a su pueblo, aquel buen pueblo que le correspondía
llamándole cariñosamente dria-dek (padrecito).
Otra vez,
sabedor de que había sido excarcelado un notable poeta de ideas extremistas, se
apresuró a mandarle un obsequio. Pero el poeta lo rechazó airadamente. Sin
incomodarse, Pilsudcki volvió a mandárselo con estas expresivas palabras:
"Puesto que rehusa usted el regalo del mariscal de Polonia, acepte al
menos el envío de un anciano compatriota al que le entusiasman sus
poemas". Y el poeta aceptó.
http://prezi.com/tb8bzmp91e81/polonia/?kw=view-tb8bzmp91e81&rc=ref-24058697
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