jueves, 29 de noviembre de 2012

Folclor

 FOLCLOR
Tradiciones y fiestas

Polonia es una nación a la que le gusta festejar, apegada a las tradiciones, y que mantiene viejas costumbres. Las costumbres más viejas, especialmente las relacionadas con las épocas paganas, ya hace mucho tiempo que perdieron su carácter mágico, siendo ahora una reliquia del pasado y un elemento de diversión. La relación con la tradición se siente fuertemente en el momento en que se realizan las fiestas religiosas, tales como la Navidad, la Pascua, el Corpus Cristi, durante el que se realizan procesiones muy vistosas, o el día de Todos los Santos. También gozan de mucha popularidad las peregrinaciones a los lugares rodeados de cultos religiosos: para los católicos es, por ejemplo, al convento de Czestochowa en Jasna Gora, para los judíos la tumba de cadyk en Lezajsk y para los ortodoxos Grabarka.
En el calendario de fiestas nacionales, los lugares más importantes lo ocupan el aniversario de la reconquista de la independencia de Polonia en 1918, que se celebra el 11 de noviembre, así como el aniversario de la primera constitución polaca aprobada en 1791, que se realiza el 3 de mayo. Estos días son festivos por ley y no se trabaja. Por eso se organizan actos, desfiles, conciertos y fiestas.
En Polonia también se celebran otras simpáticas fiestas con un carácter un tanto distinto. Entre ellas se encuentran el Día de la Mujer (el 8 de marzo; en la actualidad es menos popular que en la época de la República Popular Polaca), el Día de la Madre (el 26 de mayo), el Día de la Abuela (el 21 de enero) o el Día del Niño (el 1 de junio), al que acompañan fiestas para los más pequeños.
Los polacos celebran el día de su santo y también el día de su cumpleaños. En general, esto está relacionado con el recibimiento de deseos y regalos de los más cercanos y con la organización de grandes o pequeñas recepciones.
Entre las fiestas favoritas se encuentra la de San Andrés, la última fiesta antes del Adviento, en la que se adivinan diferentes cosas para el año entrante. Lo más popular es adivinar el destino de las formas que salen de la cera caliente metida en agua fría.
Cocina de Polonia
En la actualidad, en la cocina polaca hay elementos de las tradiciones culinarias de los pueblos que vivieron durante siglos cerca unos de los otros, formando una cultura multinacional, es decir, judíos, ucranianos, bielorrusos y lituanos. También se ven las influencias rusas, alemanas, checas, austriacas, así como las influencias de la lejana Italia, Francia e inclusive de Oriente Medio.
La especialidad polaca son los embutidos, especialmente, se valoran los chorizos en todo el mundo, gracias a la aplicación de recetas tradicionales y viejos métodos para ahumar con humo de enebro o con leña de árboles frutales aromáticos. Vale la pena probar un chorizo adosado con frutos de enebro o con ajo. También gozan de popularidad los jamones con un sabor delicado, los filetes de solomillo y el tocino. Es importante mencionar los deliciosos patés de diferentes tipos de carne, por ejemplo, de carne de caza.
Otra especialidad polaca es el pan. El pan negro o el pan de centeno, además de tener un sabor excelente, son la base, de la cada vez más popular en el mundo, comida sana.
El plato obligatorio en la comida es la sopa. La sopa de remolacha, que se sirve con ravioles (hechos de una masa de setas o de judías), pertenece a una de las tradiciones culinarias que desde siglos se come gustosamente. También es sabrosa una sopa de harina con sabor agrio llamada "zurek", que se hace con setas y se sirve con patatas, embutidos cortados en trozos y huevo duro. Un plato muy valorado es una sopa de setas del bosque con crema, que se sirve con bolitas de pasta. Otras sopas populares son: la sopa de col, la sopa de cebada, la sopa de patatas y la sopa de tomates. Una atención especial merece el caldo de pollo o de carne vacuna, servido con macarrones y abundantes verduras.
Las carnes se hacen de diferentes maneras: al horno, cocidas, fritas o a la parrilla. Se sirve caliente (con deliciosas salsas) y fría, con guarniciones de mostaza, rábano picante, setas adobadas y pepinos agrios.
Una comida clásica es la chuleta de lomo de cerdo empanada, con patatas (papas) y col (repollo). El lomo de cerdo al horno es exquisito o el codillo de jamón cocido, así como la morcilla, que en alguna época perteneció a la comida del campo, mientras que ahora, está en las cartas de los mejores restaurantes. Algo parecido sucede con la manteca de cerdo (hecha de grasa de cerdo, derretida con torreznos, trozos de carne, embutidos, cebolla y ajo, condimentada con sal, pimienta y frecuentemente, con hierbas aromáticas).
HISTORIAS POLACAS
EL PADRE DE POLONIA

Desde que tuvo uso de razón, José Pilsudcki, hijo de familia hidalga, no hizo otra cosa que pelear por la libertad de Polonia, tradicionalmente oprimida por la doble tenaza ruso-prusiana. Conoció la cárcel, el destierro, el manicomio... hasta que un día, el 20 de febrero de 1 91 9, a favor del armisticio, fue clamorosamente exaltado a la presidencia interina de la nueva República polaca.
EL PADRE DE POLONIA
Pilsudcki no era militar de oficio, pero, por vocación, conocía al dedillo el arte de la guerra. Sirvió en este campo con toda eficacia los intereses de su patria y después, por un tiempo, se retiró de la vida política para dar paso al libre juego democrático. Las cosas, sin embargo, no fueron bien por aquel camino; pronto el parlamentarismo se reveló inoperante para la marcha del país. En vista dlo cual, en 1926 se valió de un golpe de Estado para volver a asumir el mando supremo del Ejército, bajo la presidencia ahora de un hombre nuevo, Moscicki.
— Decididamente —comentaría, con sorna un diputado desafecto a la nueva situación — , Polonia tiene mala suerte. Su primer presidente fue asesinado como un perro, al segundo le echaron como a un perro y el actual obedece a Pilsudcki como un perro.
Cuando Pilsudcki supo de aquella rabotada, comentó flemático:
— Déjenle ustedes que siga ladrando como un perro.
Era así: despreciaba olímpicamente los ataques personales. Sólo le preocupaba servir honesta y rectamente a su pueblo, aquel buen pueblo que le correspondía llamándole cariñosamente dria-dek (padrecito).
Otra vez, sabedor de que había sido excarcelado un notable poeta de ideas extremistas, se apresuró a mandarle un obsequio. Pero el poeta lo rechazó airadamente. Sin incomodarse, Pilsudcki volvió a mandárselo con estas expresivas palabras: "Puesto que rehusa usted el regalo del mariscal de Polonia, acepte al menos el envío de un anciano compatriota al que le entusiasman sus poemas". Y el poeta aceptó.





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