miércoles, 28 de noviembre de 2012

Literatura



LITERATURA:


La literatura de Polonia es considerada, después de la literatura rusa, la más importante de las literaturas eslavas, que a su vez también es parte integrante de la literatura occidental.
Evolución
Los inicios de la literatura polaca se remontan a la Baja Edad Media, cuando el país ya se había convertido al cristianismo y se comenzaron a componer cantos religiosos en lengua vulgar. El latín era la lengua de la Iglesia, pero inevitablemente tuvo que servirse del polaco para alimentar la fe de los fieles, que en su gran mayoría desconocían la lengua latina. El documento conservado más antiguo data del siglo XIII y es una oración a la Virgen María, la Bogurodzica (Madre de Dios), que incluso se empleó como himno nacional durante las batallas. Además también quedan, del siglo XIV y XV, himnos religiosos, breves poemas de amor y un género de sátira; en cuanto a la prosa hay fragmentos de sermones y de traducciones de la Biblia y del Salterio.
La influencia del humanismo y de la Reforma en el siglo XV y en la primera mitad del siglo XVI causó un florecimiento de obras en latín y una actividad cultural basada en las íntimas relaciones con Italia. La poesía y la prosa fueron en principio en latín, pero más tarde también se escribió en polaco. Encontraron sus modelos en la literatura clásica y en la contemporánea de los otros países europeos, pero elaborando los temas del patrimonio nacional, y distinguiéndose por rasgos concretos y demás elementos patrióticos.
En el año 966 Polonia entró en la esfera de la cultura cristiana, por lo que adquirió el latín como lengua literaria. La cultura precristiana original del país desapareció y, como era costumbre en la Europa de esa época, la lengua y la literatura latinas se convirtieron en las principales materias de estudio en todas las escuelas polacas. Entre las más importantes de las obras polacas escritas en latín se encuentran el Chronicon, una obra biográfica escrita por un autor anónimo del siglo XII llamado más tarde Gallus, la Chronica Polonorum, una crónica alegórica del obispo de la Cracovia del siglo XIII Wincenty Kadlubek, y Annales, otra obra histórica que destaca por la meticulosa erudición de su autor, el obispo del siglo XV Jan Dlugosz, tres obras que permitieron a la literatura polaca entrar a formar parte de la cultura europea de la época. Entre las obras escritas en lengua vernácula durante este periodo, se encuentran Los sermones de la Santa Cruz, compuesto por fragmentos de sermones en prosa de finales del siglo XIII o comienzos del XIV, Los sermones de Geniezno, del siglo XV, y traducciones bíblicas como Salterio de San Florián, de finales del siglo XIV o comienzos del XV, y la Biblia de la reina Sofía, del siglo XV. Asimismo, han sobrevivido también vidas de santos, a menudo en rima, y poesía en forma de canciones históricas, didácticas y religiosas, proverbios y acertijos, escritos tanto en latín como en polaco. Bogurodzica (Madre de Dios), un himno religioso en honor de la Virgen María, está considerado como el poema polaco más antiguo, y ha sido canto de guerra e himno nacional polaco. Otro ejemplo importante de poesía laica polaca es el Diálogo entre el maestro y la muerte, una obra del siglo XV que contiene elementos de sátira social.
La literatura polaca debe, para lo bueno y para lo malo, su variedad y su especificidad, su fascinante heterogeneidad, pero también el hermetismo que le dificulta una carrera a nivel mundial, a su relación con la compleja y dramática historia de Polonia. Desde sus principios -y los primeros textos literarios escritos en polaco provienen del siglo XIII- hasta el ocaso del siglo XVIII, la literatura polaca, la literatura de un país libre (que en el siglo XVI llegó incluso a ser una potencia), experimenta todas las aventuras y las transformaciones de la literatura europea, produciendo poetas a la medida de la época, como Jan Kochanowski, Mikołaj Sęp Sarzyński o Ignacy Krasicki, incluidos en la vanguardia europea de creadores del Renacimiento, el Barroco y la Ilustración.
El ocaso del siglo XVIII, cuando Polonia pierde la independencia y deja de existir como país durante más de 120 años, traerá consigo una situación extraordinaria, abundante en consecuencias vivificantes, pero también letales para la literatura. Para una nación privada de un estado y de todas sus instituciones, el escritor se convierte prácticamente en todo: líder espiritual (y muchas veces también político), autoridad moral, legislador, guía. La literatura se convierte en la única forma de expresión y conservación de la identidad cultural nacional; la lengua, en la única patria. Esto provoca que en la literatura polaca del siglo XIX -como nunca antes ni después- la palabra del poeta alcance el nivel del bien más alto, del derecho, de la verdad, casi de la revelación. El poeta se convierte en "inspirado divino y profeta" nacional, la literatura, en "servicio, mensaje, misión". Esa tarea la podían llevar a cabo sólo los más grandes, los más geniales poetas del siglo XIX: Adam Mickiewicz, Juliusz Słowacki, Zygmunt Krasiński, Cyprian Kamil Norwid.
Cargada con una responsabilidad patriótica, la literatura se enfrentará desde entonces, y en distintos momentos de la historia polaca, a la presión del pueblo -o se rebelará contra su peso. Entre este "deber" y esa "rebelión", se extiende un terreno, excepcionalmente rico -ideológica y estéticamente-, en el que funcionan hasta hoy la poesía, la prosa y el teatro polacos.
Este dilema y este drama, que va de la universalidad al hermetismo, ilustran por ejemplo los destinos y la significación europea de los primeros polacos galardonados con el Nobel de literatura. Henryk Sienkiewicz (1846-1916), autor de novelas vertiginosamente populares sobre la historia de Polonia, "escritas para consuelo de los corazones" (y que hasta hoy siguen siendo los libros más leídos en el país), alcanzó fama mundial gracias a Quo Vadis, novela que muestra la formación del cristianismo y que ha sido llevada al cine varias veces, entre otras en Italia, Estados Unidos y Polonia. En 1905 ha ganado el premio Nobel. Tambien Władyslaw Stanisław Reymont (1867-1925) fue premiado por la epopeya Campesinos, libre de los secretos y los problemas polacos.
La literatura polaca del siglo XX -sobre todo después de que Polonia recobrara la independencia tras la Primera Guerra Mundial- hizo de la rebelión contra aquellos "deberes" uno de sus rasgos característicos fundamentales. Witold Gombrowicz, seguramente el prosista polaco contamporáneo más destacado, de fama y significación internacionales, hizo precisamente de la liberación, del "desprenderse de lo polaco", el tema principal de su innovadora creación.
Un tono desconocido hasta entonces -lo grotesco ambivalente, el catastrofismo filosófico- aparece en la escritura de Bruno Schulz y de Stanisław Ignacy Witkiewicz, cuya obra dramática anunciaba ya el "teatro del absurdo".
Puede decirse que la literatura polaca de la época de los gobiernos comunistas se desarrolla por dos vías. Por un lado, la literatura de la emigración (Miłosz, Gombrowicz, Herling-Grudziński, Kołakowski), libre de las limitaciones de la censura y libre de toda "servidumbre ideológica"; por el otro, la literatura producida en el país, que, por la fuerza de las cosas, tenía que encontrar para sí una forma de existir y un lenguaje que, a pesar de todas las limitaciones, le permitieran una expresión más o menos normal. El surgimiento, después de 1976, de la "circulación alternativa" de la literatura -revistas y editoriales clandestinas e ilegales- de alguna manera salvó la literatura polaca, y lo que es más, contribuyó a los cambios históricos que culminaron en 1989.
Paradójicamente, las difíciles condiciones históricas y de existencia para la libertad de palabra, enraizadas todavía en la tradición decimonónica, contribuyeron a la formación del fenómeno de la "escuela polaca de poesía", cuya significación e influencia a nivel mundial es difícil sobrestimar, y cuyo rasgo característico más importante es la capacidad de hablar sobre los destinos del individuo inserto en la trama de la historia, discurso que une en sí la perspectiva individual con la universal, la existencial y metafísica con la histórica.
La grotesca dramaturgia de Sławomir Mrożek registra este destino desde un punto de vista totalmente diferente y con distinto lenguaje. Y todavía de otra forma habla de él la "escuela polaca del reportaje", que constituye un género distinto, muy popular en el mundo. La imagen la complementa la obra en prosa, traducida a distintas lenguas, de Jerzy Andrzejewski, Jarosław Iwaszkiewicz, Tadeusz Konwicki, Andrzej Szczypiorski, Marek Hłasko. También desde la ciencia ficción -con una poética filosófica propia y diferenciada-, la obra de Stanisław Lem, sin duda el escritor más importante de este género a nivel mundial, da fe de ese destino.
Tras la caída del comunismo en 1989, en la literatura polaca aparecen, o toman una fuerza de expresión significativa, nuevas tendencias, de las cuales las más importantes e interesantes parecen ser las que intentan buscar en la complejidad de la historia reciente raíces espirituales propias o una "patria chica" propia (las novelas de Paweł Huelle, Stefan Chwin, Antoni Libera), así como las pruebas de trasladar a la literatura el lenguaje de los medios de comunicación de masas contemporáneos, los signos y los héroes de la cultura de masas.
La literatura polaca contemporánea se desarrolla entre la tradición y la actualidad, entre el "deber" y la "revuelta", entre la metafísica y la historia; se trata de una literatura "en camino", en marcha constante, una literatura que aspira y desea lograr un entendimiento, registrar, perpetuar y salvar la verdad sobre la aventura del hombre en el mundo...
Teatro del absurdo
La carrera mundial de los dramas de S.I. Witkiewicz -Witkacy- (1885-1939) comenzó apenas en los años 50 del siglo XX. Su estructura apela a la artificialidad de la realidad teatral, y su absoluta renuncia a construir una ilusión, a la que antes se le reprochaba "incomprensión", se acercó así a la poética del joven "teatro del absurdo". Es más, la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial y la posterior división de Europa parecían confirmar el catastrófico diagnóstico de Witkiewicz: el orden del viejo mundo, condenado al exterminio, había sido sustituido por una dictadura de masas aturdidas, y la revolución no había significado la liberación ni siquiera para sus autores. El terror de estas predicciones de Witkacy se veía "amansado" por el humor negro típico de la literatura de lo grotesco, tanto en sus novelas (Despedida del otoño) como en sus obras escénicas, con Los zapateros a la cabeza.
En ese mismo cajón se ha tratado de meter la dramaturgia de Witold Gombrowicz (1904-1969), que desde Ivonne, princesa de Borgoña, pasando por El matrimonio, hasta Opereta, una de sus últimas obras, llevó al teatro la problemática de sus novelas. Las situaciones escénicas -relaciones "físicas" directas entre actores- servían de manera excelente a la transmisión de los principales elementos de la filosofía gombrowicziana, manifestación de la mutua creación de la gente por la gente -convenciones, roles sociales y las constantes pruebas de subordinar a los otros a la propia imaginación.
La expresión "teatro del absurdo" facilitó el arranque internacional de los dramas de Sławomir Mrożek (1930), desde Tango, entusiastamente recibido en los teatros europeos, hasta Los emigrantes. La verdad es que el mismo autor ha subrayado que pueden encontrase más cosas absurdas en la realidad (especialmente en la de la Polonia popular de los años 60) que en sus obras, sin embargo, el humor grotesco fue también en su obra una respuesta a la deformación del mundo contemporáneo, a la disgregación de las normas y los valores.
Otro dramaturgo polaco cuyas obras se representan con frecuencia en el mundo es Janusz Głowacki (1938); prosista y guionista cinematográfico, en un principio, tomó de sus antecesores la tendencia a crear situaciones divertidas que ilustraran temas sumamente serios y a tomar una distancia con los personajes apoyada en la burla. Ya en Antígona en Nueva York se sirve de la alusión literaria, creando nuevos contextos para los protagonistas provenientes de las obras más importantes de la dramaturgia mundial (Se emborrachó Fortinbrás, La cuarta hermana).
Escuela polaca de poesía
Con el nombre de "escuela polaca de poesía", creada, dicho sea de paso, fuera de Polonia, se define la creación de un grupo de destacados poetas contemporáneos. No se trata, sin embargo, de un término literario específico y no se refiere a un "grupo poético" o a una "tendencia". Es más, si uno compara las biografías y los logros de los personajes mencionados aquí, pueden apreciarse más diferencias que similitudes.

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